AVIÑÓN, Francia.- Al cruzar el vestíbulo del tribunal de Aviñón, en el sur de Francia, Gisèle Pelicot recibe aplausos. Los abogados de la defensa son en cambio abucheados, muestra de su difícil labor, que sus polémicas declaraciones complicaron.

Desde el 2 de septiembre, se juzga a medio centenar de hombres por violar o agredir sexualmente a Gisèle Pelicot, a quien su marido drogaba previamente sin su conocimiento para dormirla, en un juicio muy seguido en Francia y en el mundo.

Ante los magistrados, las abogadas Isabelle Crepin-Dehaene y Nadia El Bouroumi atacaron frontalmente a la víctima, convertida en un icono de la lucha contra las agresiones sexuales con sumisión química, acusándola de tener una moral relajada y llegaron a insinuar que dio su consentimiento.

El letrado Guillaume De Palma afirmó, por su parte, que hay “violación y violación”, en un intento de minimizar el papel de algunos de los 50 acusados, cuya defensa pasa por decir que pensaban participar en las fantasías de una pareja libertina.

¿Estas intervenciones eran necesarias? “Son palabras que no deberían pronunciarse”, dice otro defensor, para quien “no hay matices en la violación”.

La víctima respondió sin rodeos ante el tribunal. “Desde que llegué a esta sala de audiencia, me siento humillada. Me tacharon de alcohólica, afirmaron que estaba en tal estado de ebriedad que soy cómplice” de Dominique Pelicot, su marido, aseguró.

¿Los otros 50 acusados “no se plantearon la cuestión (del consentimiento)? ¿Estos hombres, son degenerados?”, agregó.

Cuestión de ubicación

El Bouroumi, quien desde hace años comenta en Instagram los juicios que sigue, a veces, al volante de su auto y con música pop de fondo, negó haberse burlado de Gisèle, tras una polémica publicación en su cuenta seguida por 50.000 personas.

“Desde el inicio de este juicio, sufro amenazas, acoso, insultos públicos. Mis hijos también son acosados (...) Esta incesante presión pública y mediática me amordaza y me impide defender imparcialmente a mis clientes”, escribió en la red social.

“La víctima es ella, no usted”, la ubicó, tajante, el actor y activista LGTB, Guillaume Mélanie.

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Otra abogada del caso, que pide mantener el anonimato, confía que otros letrados sufren también insultos y amenazas.

Uno de los abogados de Gisèle Pelicot, Stéphane Babonneau, lamentó, en declaraciones a la agencia AFP, que, bajo el pretexto de hacer preguntas a su clienta, se emitieran opiniones y juicios que buscan desestabilizarla.

No todos los defensores adoptaron este tono virulento, aunque cuestionen los hechos o las intenciones, empezando por Béatrice Zavarro, que defendió a Dominique Pelicot con voz tranquila.

“La defensa tiene derecho a cuestionar lo que dice la parte civil. Se puede decir cualquier cosa, pero sólo si sabe decirse”, subraya Patrick Gontard, abogado desde hace 45 años.

Olivier Lantelme, cuyo cliente reconoce los hechos, recuerda las palabras de un amigo: “Uno de sus pacientes le dijo: ‘Degollaría a esos abogados que se atreven a defenderlos’”. Lantelme defiende el principio de que hay que poder decirlo todo durante el juicio, para asegurarse de que no se comete un error cuando se condena a alguien.

Roland Rodriguez, del Consejo Nacional de los Colegios de Abogados francés, recuerda que existe el principio de libertad de expresión y que los abogados gozan de “inmunidad” en el ejercicio de su labor durante el desarrollo del juicio. “Incluso fuera de la audiencia, el abogado puede, con el mandato de su cliente, hacer uso de esta libertad de expresión y exponer su estrategia de defensa”, siempre y cuando respete los principios de la abogacía como “dignidad, moderación y lealtad”, explica.

En caso contrario, se exponen a procedimientos disciplinarios que pueden terminar en una amonestación e incluso en su expulsión del Colegio de Abogados.